Por José Luis Giménez
Después de mi
recorrido por las islas británicas, visitando la mítica Avalon en Glastonbury,
la Iglesia del Temple en Londres o la Capilla de Rosslyn en Escocia, necesitaba
volver a Argentina y comprobar la información que había recibido.
Así que tomé el primer avión y me dirigí a Buenos Aires. De nuevo aterricé en el Aeropuerto Interbacional de Ministro Pistarini, conocido comúnmente como Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
La
información que había recibido tiempo atrás, hablaba del descubrimiento de unos
petroglifos en la zona de La Quiaca, en un lugar conocido como "Laguna
Colorada", a 3.500 metros sobre el nivel del mar y ubicada al pie de la
cadena montañosa conocida como "Los Ocho Hermanos", en la provincia
de Jujuy al norte de Argentina, ya en la frontera con Bolivia, y donde aparecen
toda una serie de grabados en la piedra que hacen referencia a simbologías
ancestrales y, sobre todo, lo que más me interesaba en este caso: las marcas
dejadas por los Caballeros Templarios en algunas de aquellas rocas. Ahora
podría desplazarme hasta la zona de la Laguna Colorada, en la Quiaca, con
objeto de comprobar por mí mismo lo que se mostraba en los petroglifos.
A fin de
disponer de mayor tiempo para mis investigaciones y debido a que me encontraba
a más de 1.800 km de distancia desde Buenos Aires a la Quiaca, opté por tomar
el avión hasta la ciudad más próxima, en este caso se trataba de Salta. Cuando
llegué a Salta y con objeto de tener mayor libertad de movimientos, alquilé un
automóvil todo terreno en el aeropuerto y, desde allí, me dirigí hacia la
Quiaca, en la provincia de Jujuy, a unos 400 km desde donde yo me encontraba.
Una vez
llegué hasta la Quiaca, me entrevisté con un guía local, perteneciente a la
etnia de los aimaras, con quien previamente ya había mantenido contacto, a fin
de que me facilitase el acceso a la Laguna Colorada, pues dicha zona pertenece
a una reserva natural controlada por los nativos aimaras del lugar, y son ellos
quienes controlan el acceso para visitar la zona, por lo que, si previamente no
se obtiene el correspondiente permiso, no sería posible recorrer dicho lugar.
Cuando llegamos
a la Laguna Colorada, nombre que obtiene por las aguas que adquieren dicho tono
colorado debido a las aguas de lluvia y del deshielo al mezclarse con las
tierras y arenas rojas del suelo, la impresión que sentí fue de encontrarme en
otro mundo. El aire parecía escasear y respiraba con cierta dificultad, no en
vano, nos encontrábamos a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar, si bien
al guía, no parecía afectarle en absoluto, ya fuese porque su organismo estaba
habituado a dicha altura o también por las hojas de coca que mascaba
continuamente y que aporta fuerzas y energías, además de eliminar la fatiga y
proporcionar una mejor respiración. ¡Debí hacerle caso! y aceptar un puñado de
hojas de coca para masticar mientras caminábamos por la Laguna Colorada.
Desde tiempos
inmemoriales, los nativos de la antigua cultura Yavi, han visitado dicha zona
como un punto energético o lugar sagrado de poder, donde llevaban a cabo sus
rituales y ceremonias sagradas al Dios Inti (la Divinidad Solar), y a la Pacha
Mama (la Madre Tierra o también Diosa Madre), así como determinadas ceremonias
relacionadas con los solsticios y equinoccios, siendo un lugar dedicado
exclusivamente a las actividades espirituales esotéricas de la mencionada
cultura Yavi.
Símbolos esotéricos y ancestrales grabados en la roca. Fot. del autor.
No fue hasta
el año de 1961 que dichos petroglifos fueron descubiertos, donde predominan
grabados de diversos animales, sobre todo camélidos, aves y también figuras
humanas en diferentes actitudes.
Si bien las
figuras con mayor relevancia hacen referencia a la observación de un cometa,
mientras que los “amautas” (chamanes de la etnia Yavi) aparecen representados
emitiendo una especie de rayos desde sus cabezas, además de sostener el bastón
de mando en una mano, acompañados de variadas figuras de cóndores y guerreros.
A pesar de
que existe cierta polémica al respecto de la datación de dichos petroglifos,
concurre un acuerdo general entre los especialistas de que los grabados más
antiguos tienen como mínimo una antigüedad en torno al siglo VI.
Además de las figuras de animales y
seres humanos ya comentados, aparecen una serie de números, letras y símbolos,
ubicados exclusivamente sobre una roca casi pegada al perímetro de la laguna
mayor.
Chamanes de la etnia Yavi. Fotografía del autor.
El autor, José Luis Giménez, en la Laguna Colorada.
Animales diversos, aves, cóndor, figura antropomorfa similar a un astronauta. Fotografía del autor.
En esta serie de grabados, me llamó
poderosamente la atención la figura de un ser antropomorfo, con un aspecto
similar a lo que sería un astronauta o quizás, incluso un ser extraterrestre,
muy similar al descubierto en las Líneas de Nazca (Perú).
A unos mil metros del lugar, y en un
sector apenas protegido, se encuentran una serie de figuras que los
historiadores “oficiales” indican que se trataría de soldados españoles a
caballo. Sin embargo, los estudiosos de los Pueblos originarios no están de
acuerdo con dicha afirmación, ya que, de acuerdo con su metodología, sitúan el
origen de las escenas representadas en los petroglifos hacia el año 1200 d.C.,
es decir, la época en que los Caballeros Templarios llegaban a estas tierras
para extraer la plata, un metal que por entonces era tan valioso o más que el
propio oro, debido sobre todo a su escasez en Europa.
Figura de Caballero Templario con lanza y estandarte sobre caballo. Fotografía del autor.
En las
fotografías que se muestran de los petroglifos que hacen referencia a los
Caballeros Templarios, se puede observar una mayor calidad artística, muy
diferente a las otras figuras más antiguas.
Las figuras
de los caballos, así como de los hombres que los cabalgan, muestran una
plasticidad inédita, que junto con los yelmos, lanzas y estandartes, recuerdan
perfectamente a la imagen más conocida de los Caballeros Templarios en la
batalla, pues como se sabe, el estandarte del Temple que llevaba en las batallas
el caballero abanderado, consistía en dos franjas horizontales: una negra en la
parte superior y la otra franja de color blanco en la parte inferior, que
además era un poco más ancha que la negra.
Figura de Caballero Templario con lanza y estandarte sobre caballo (ampliado). Fotografía del autor.
Cruces templarias grabadas sobre la roca. Fotografía del autor.
Grabados de vicuñas junto a símbolos que hacen referencia al espacio-tiempo. Fotografía del autor.
Después de repasar todas las imágenes
de los petroglifos y de informarme de la antigüedad establecida a los mismos, a
través de los estudios e investigaciones de las organizaciones locales de los
nativos, me reafirmé en mi convicción de que los Caballeros Templarios
recibieron información trascendental y de tipo esotérico por parte de otros
seres mucho más elevados o cuanto menos, más avanzados tecnológicamente.
Y ello en base a que, la cruz llamada
Templaria o Paté, que aparece en los petroglifos, tiene una antigüedad de
varios miles de años grabada en las rocas. Tal como también pude comprobar
durante mi visita al Museo Británico en Londres, donde las imágenes que allí
encontré, referentes a algunos reyes o dioses sumerios Anunnaki, como era el
caso del rey Shamshi-Adad V, mostraban la Cruz Templaria o también llamada Cruz
Paté, sobre su pecho.
La
civilización sumeria, ubicada en la parte sur de Mesopotamia, en el Medio Oriente, y entre los ríos Éufrates y Tigris, fue la civilización más antigua de la que se tiene conocimiento de manera oficial.
Con una antigüedad de más de 6.000 años, los sumerios, poseían su propia lengua, escrita en tablillas de barro con caracteres cuneiformes, así como tenían su propia religión, basada
en unos dioses que, según cuentan sus escritos, llegaron del cielo. Se conocían
con el nombre de Anunnaki, que traducido viene a decir: "los que del cielo
bajaron a la Tierra".
Así
pues, la Cruz Templaria o Paté, no fue "creada" por la Orden del
Temple en el origen de su fundación en 1118 ante el rey Balduino II de
Jerusalén, sino que dicha Orden la asumió como suya en base a lo que
representaba, y que no tenía nada que ver con la cruz latina que simboliza la
crucifixión de Jesús.
La respuesta a esta cuestión se
encuentra en los últimos descubrimientos de la ciencia actual, un conocimiento
altamente científico que, al parecer, ya era conocido por la élite de los
Caballeros Templarios. Una élite esotérica; una orden oculta o secreta de
Caballeros Templarios dentro de la propia Orden Templaria exotérica o visible.
Y este
conocimiento secreto no era otra cosa que la comprensión de las facultades y de
la composición de la luz. De la gran importancia que suponía conocer su
composición y su incidencia en el Universo, así como en todo lo que existe y
podemos observar y detectar gracias a la luz.
Ampliación de la Cruz Paté Anunnaki del rey Shamshi-Adad V. (Museo Británico) Fotografía del autor.
De igual
manera que en la materia lo que se conoce como átomo, es definido como la
partícula más pequeña en que un elemento puede ser dividido sin perder sus
propiedades químicas, en la luz ocurre algo similar; siendo el fotón una
partícula indivisible en constante movimiento a la velocidad de la luz (300.000
km por segundo), si bien en física moderna el fotón se define como la partícula
elemental responsable de las manifestaciones cuánticas del fenómeno
electro-magnético.
Hasta ahora
no había sido posible conseguir una imagen real de un fotón, pues a lo máximo
que se había llegado era a realizar una predicción aproximada de cómo podría
ser dicha imagen, tal como había propuesto en la década de 1920 el físico
austriaco Erwin Schröedinger.
Pues bien,
ahora, en el siglo XXI, un equipo de investigadores polacos de la Universidad
de Varsovia, encabezados por Radoslaw Chrapkiewicz, acaban de publicar en la
revista científica Nature Photonics, el holograma de una partícula individual
de luz.
Un hito
histórico conseguido por primera vez en la historia de la Ciencia y que, en
palabras del propio Radoslaw Chrapkiewicz, lo describe como “un experimento
relativamente simple para medir y poder ver algo que es increíblemente difícil
de observar”.
En las
imágenes siguientes, se puede apreciar la figura del holograma real del fotón
de luz, la cual encaja perfectamente en la predicción realizada por Erwin
Schröedinger en la década de 1920, y que como se puede observar, coincide
exactamente con la imagen de una cruz templaria o también de Malta.
A la izquierda de la imagen, el holograma real del fotón. A la derecha, la predicción teórica de la forma que debería tener el fotón según Schröedinger.
Considero
que, con estos datos, sobran mayores explicaciones al respecto.